Pues eso, que no se me ocurre mejor manera de titular el comentario de la ruta, pues el día que hizo ayer fue realmente bueno, ni una nube, todo sol, algo de calor y ni una gota de viento, ¿se puede perdir algo más?
A eso de las siete de la mañana nos vimos Antonio, Yellow, Pablo, Luis y el que suscribe en la puerta de la Cedes, y el primer acierto de la mañana es el utilizar la furgoneta de Antonio para tranportar las bicicletas, pues además de caber todas sin ninguna clase de apreturas, ni arañazos ni nada que se le parezca, se tarda un minuto en meterlas todas. Lo dicho, todo un cierto.
Llegamos a Bogarra a eso de las 8 y media y dado que había mercadillo no tuvimos más remedio que salirnos del pueblo para aparcar, y como ya os podéis imaginar no hay mejor sitio para hacerlo que en el cementerio del pueblo.
A esas horas la temperatura era todavía fresca, pero ya teníamos sol y ninguna nube. Desde el cementerio sale la pista que va hacia los batanes, tomando esa pista al cabo de un par de kilómetros se toma el desvío hacia Las Yeguarizas (ya prepararé alguna vez una ruta por esa aldea que tiene buena pinta), cruzas el río Bogarra y comienza puerta, que prácticamente no acaba hasta que vuelves (¡pffffff!) o por lo menos eso me pareció a mí. No había nada de barro y con lo que ha llovido los caminos están compactados y sin polvo, con lo cual la subida fue bastante cómoda.
Decir aquí que mis cuatro compañeros gozan de una forma más que envidiable para la altura de año a la que estamos, y hay que
destacar que de nuevo apareció la
esencia del globerismo en estado puro, esto es, que cada uno subió a su ritmo (y sobre todo en mi caso después de tantos meses en el dique seco) pero que
cada pocos kilómetros mis compañeros volvían a buscarme, o se esperaban, me daban palabras de aliento, y la verdad, así es mucho más fácil darle al pedal. ¡Gracias, globeros!
Dado que es un puerto bastante largo, y como no podía ser de otro modo, el puerto tiene varias pistas, y hay dos de ellas que hacen que el puerto se recorte en varios kilómetros, si bien con algo más de pendiente. En esta ocasión hemos decidido tomar el segundo atajo que está a unos siete kilómetros desde que se inicia el puerto. Lo dicho, aquí hay más pendiente pero recortas casi cuatro kilómetros.
Llegados al falso llano la ascensión continúa en grupo y a un buen ritmo, hacemos una pequeña parada para tomar algún dátil y sacar fotos de las panóramicas que nos regala nuestra sierra. En este mismo sitio ya hemos parado para hacernos fotos otras veces (Coronado, Sebas y Edu). Con el día tan claro pudimos ver prácticamente todos los picos importantes de la zona (Almenara, Sarga, Cambrón, Padroncillo y los Calares, ¡ahí es na!).
Desde aquí otra parada más para ver otra panorámica y final de ascensión, en la que no hubo más remedio que echar el pie a tierrar pues el camino tiene una pendiente tremenda justo en este punto y lo peor de todo, está completamente rota la pista, de modo que si te paras, es imposible volver a arrancar. Por suerte son unos 50 metros, así que pasado ese tramo, aparecimos montados en nuestras burras en la cima del Padrastro. Bocadillos, estirar piernas y a seguir con la marcha.
La bajada, como ya os podéis imaginar rauda y veloz en dirección hacia el Picayo, el monte que cae justo enfrente de Bogarra, también con antenas y que desde él, se precipita todo el monte hacia el río Bogarra, vamos que mejor no caerse.
Antes de llegar al Picayo tuvimos un espectador de lujo, se trataba de un mastín con unos dientes de tres pares de cojones y que al ritmo de ¡quemalahostiamegasto! se nos puso al lado durante un buen rato. Los que iban más frescos (o sea, todos meno yo) tuvieron la sensatez de parar y coger alguna piedra que otra. Yo, la verdad, pasé por su lado sin bajarme y a mi marcha tranquila y mortecina, se ve que el perro notó que me estaba muriendo en esos momentos y el animalico tuvo compasión de mí (¡este ya se muere sólo!, diría el muy cabrón).
Pues nada, llegados el Picayo fotos de rigor y vuelta a pueblo, que desde aquí la pista, al cabo de unos kilómetros de falso llano, comienza a descender hacia Bogarra y literalmente ¡a toda hostia!. Al llegar al pueblo no nos acordabamos que los coches estaban en el cementerio, así que, antes de poder terminar tuvimos que subir la última tachuela del día.
En cuanto a la sección culinaria esta vez paramos en La Sarguilla, sólo que no pudimos comer jabalí como otras veces. ¡Comimos ciervo! y os aseguro que pocas veces hemos comido una carne de caza tan bien cocinada, de esta que se deshace en la boca, en una salsa de esas que nos paras de hacer barcos. No hay fotos porque no hubo guapo que se parara a hacerla, ¡pa perder mojá está la cosa!. Cerveza de rigor y a casa a eso de las dos y cuarto.
Bueno señores, aquí me despido, no sin antes desearos que paséis unos días muy felices con los vuestros, que tengáis un próspero año nuevo, y sobre todo, ¡que no os atragantéis con los polvorones!.